Las peores suegras de la historia

10.26.2020
Curiosidades

Se desconoce de dónde viene la tradición; sin embargo, el 26 de octubre ha sido reconocido como el Día Mundial de las Suegras, una figura que viene incluida en el paquete del marido/esposa que elijas, y aunque para muchos es lo peor que les puede suceder, para otros incluso se convierte en una segunda madre.

Pese a las buenas experiencias que pueden tener algunos, la mala fama de las suegras se ha extendido por todo el mundo y más, cuando las historias trascienden fronteras y tiempo, pues las suegras han sido tan malas, que sus acciones han quedado marcadas en la historia. Aquí algunos ejemplos:


Bona Sforza

Nació en el año de 1494 en el seno de una poderosa familia que gobernaba la ciudad de Milán. Fue casada con un hombre viudo mucho mayor que ella: el rey de Polonia Segismundo I Jagellón el Viejo. Con buena educación y dueña de una inteligencia muy peculiar, Bona se involucraba en los asuntos políticos y financieros del reino.

Pese a su influencia, Bona no logró impedir un matrimonio arreglado entre su hijo, Segismundo II, e Isabel de Austria, miembro de la Casa Habsburgo, una opositora declarada de su futura suegra, quien tampoco ocultó su antipatía por su nuera, que murió apenas dos años después del matrimonio con Segismundo II.

Pero el Segismundo II decidió casarse por segunda vez y, para ello, eligió a una de sus amantes de años, Bárbara Radziwill, a la que Bona tampoco aprobó. Bárbara cayó presa de una enfermedad misteriosa apenas cinco meses después de haberse casado, llevando a muchos a sospechar que Bona recurrió a algún tipo de veneno para librarse de su indeseable nuera.


Sara Roosevelt


Cuando Franklin D. Roosevelt se enamoró de su prima Eleanor, su madre Sara se lo llevó en un crucero para disuadirlo de seguir con el amorío. Sin embargo, los primos contrajeron nupcias el 17 de marzo de 1905.

Como regalo de bodas, Sara construyó una casa en el barrio Upper East Side de Manhattan, cuyo proyecto de decoración fue idea de la misma suegra; sin embargo, los recién casados ignoraban que el regalo de la suegra contemplaba un apartamento para Sara, con conexión a todos los aposentos de la casa.

Durante sus primeros años de matrimonio, Eleanor vivió bajo la sombra de su dominadora suegra, que ordenó a la futura primera dama abandonar su trabajo con la caridad para que se dedicara exclusivamente a la familia.

Eleanor se hizo de cierta independencia hasta que su marido fue electo para el Senado del Estado de Nueva York y llevó a su familia a Albany, dejando a Sara atrás.


Sofía de Baviera


Sofía anhelaba con que su primogénito ascendiera al trono austriaco, tema que no era ajeno a las  discusiones en los asuntos políticos de Austria.

En aquella época, la personalidad de esta mujer era tan firme que se llegó a decir que era el «único hombre de la corte».

Durante las revoluciones de 1848, Sofía convenció a su marido para que renunciara a sus derechos al trono en favor de Francisco José. Con la abdicación de Fernando I, su cuñado, en favor de su primogénito, Sofía se hizo aún más influyente.

En 1853, Sofía invitó a su hermana Ludovica Guillermina a una visita en compañía de su hija Helena, en ese entonces con diecisiete años. El objetivo de Sofía era casar a su heredero con su prima. Pero su hermana Isabel, apodada cariñosamente como “Sissi”, entonces con quince años, acompañó a su madre Ludovica en el viaje. Al verla, Francisco José se enamoró perdidamente de la joven, con quien se casó en abril de 1854, convirtiéndola en la emperatriz de Austria.

Tan solo diez meses más tarde, Sissi daba a luz a una niña. Sofía fue quien eligió el nombre para su nieta, sin siquiera consultar a su nuera, además, Sofía le impidió ver a la niña, que murió dos años después durante un viaje a Budapest.

La relación hostil entre estas mujeres fue, sin duda, uno de los factores que destruyeron el matrimonio de Isabel, hundiéndola en la depresión, la anorexia y la bulimia.


Catalina de Médici


Catalina de Médici pertenecía a la nobleza italiana y se casó con el rey Enrique II de Francia, cuya fuerza política se hizo prominente durante los reinados sucesivos de sus tres hijos.

Planeando consolidar el pleno poder de su familia, ella forzó a su hija Margarita a casarse con Enrique de Borbón, que tenía dos características odiadas por Catalina: su madre Juana de Albret y su fe protestante.

Juana enfermó y murió poco después de llegar a la corte con su reacio hijo, llevando a algunos a acusar a Catalina de haber asesinado a la madre de su yerno con guantes envenenados.

Tras el matrimonio en 1572, las facciones católicas dieron inicio a una serie de asesinatos selectivos sobre los protestantes que se reunirían en París para las celebraciones. Los historiadores creen que Catalina autorizó, o por lo menos tenía conocimiento, de la carnicería que estaba a punto de cometerse y de la que su yerno escapó por poco.

La relación de Catalina con su nuera, María I Estuardo, también fue áspera. Cuando Francisco II, el esposo de la joven reina murió, Catalina ordenó a su nuera viuda devolver las joyas de la corona y marcharse de la casa, en Escocia, de forma inmediata.


Madge Gates Wallace


Desde el punto de vista de su madre, Bess Wallace podría haber conseguido un marido mucho mejor que Harry Truman, el hijo de un granjero que nunca se instruyó en la universidad y no conseguía mantener su empleo.

Por los menos Madge Gates pudo cuidar de su hija durante los primeros años de su matrimonio, toda vez que el marido no podía hacer frente a los gastos de la casa.

Cuando Truman se metió a la política, Madge solía ignorarlo constantemente, cuestionando sus decisiones políticas y expresando abiertamente su opinión de que nunca sería un hombre exitoso.

Madge atribuyó la victoria de Truman en las elecciones presidenciales a la influencia de su hija, y ni siquiera le importó ir a vivir a la Casa Blanca, donde continuó haciendo de la relación del matrimonio un infierno, criticando cada paso que daban.


María Fiódorovna

María Fiódorovna, una princesa danesa que pasó trece años como emperatriz consorte de Rusia, perdió a su marido en noviembre de 1894, el emperador Alejandro III murió después de una breve enfermedad. Tres semanas más tarde, su hijo mayor, Nicolás II se casó con Alix de Hesse, la nieta de origen alemán de la reina Victoria.

Famosa por su encanto y sociabilidad, la emperatriz se mantuvo fría y tranquila con su nuera, a quien no se le daba bien el tema de socializar.

Alix se resintió por el papel de María como confidente de su esposo. Tenía la sensación de que era menospreciada por la tradición rusa, que la obligaba a caminar detrás del marido y de la suegra durante las ceremonias oficiales. Además, María se rehusaba a entregar las joyas de la corona a la zarina recién coronada. Hasta que los revolucionaron pusieron un alto sangriento a la monarquía rusa, en julio de 1918, Alix nunca pudo lograr la aprobación del pueblo ruso, que constantemente la comparaba con su suegra.

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