Un 25 de mayo pero de 1911, el General Porfirio Díaz firmaría su renuncia a la presidencia de México, después de permanecer tres décadas como presidente. Seis días después de esto, partiría a su exilio en Europa.
En la actualidad, Díaz continúa siendo uno de los personajes más polémicos de la historia del país, principalmente por los años que permaneció en el poder, los cuales se vieron interrumpidos por el inicio de la Revolución Mexicana.
Durante la primavera de 1911, el espectro de renuncia de Díaz se cernía sobre la sociedad mexicana, sin embargo el dictador no tenía intención de abandonar la presidencia y de hecho buscaría la manera de aferrarse más tiempo al poder con nuevas estrategias.
El inicio de la Revolución Mexicana estaba haciéndose presente con brotes de violencia, los cuales trataban de ser minimizados por Díaz, restándole importancia al movimiento armado, pero estos esfuerzos sería en vano, ya que el 17 de marzo de 1911 se vio obligado a decretar la ley marcial en el país.
Con esto, Díaz suspendió garantías constitucionales, con el fin de que sometiera a un consejo de guerra a los infractores bandoleros, destructores de ferrocarriles, teléfonos, telégrafos, así como líneas de transmisión eléctrica, ladrones, asaltantes de villas y plagiarios; todos ellos condenados a la pena de muerte.
Un día antes de realizar esto, anunció su intención de repartir tierras y hacer cambios a su gabinete presidencia, esto llevó a los secretarios de Relaciones Exteriores, Gobernación, Fomento, Instrucción Pública, Comunicaciones y Justicia a presentar su renuncia ante Díaz.
Con todas estas maniobras políticas, Díaz buscaba aparentar el inicio de una renovación social del pueblo mexicano, por lo que su renuncia aún parecía imposible, pero el engranaje de la lucha armada transmitía la potencia necesaria para hacer avanzar la revolución, que finalmente levantaría un cerco alrededor del dictador.
Díaz compareció al Congreso de la Unión el primero de abril de 1911, a quien le prometió decretar reformas a la constitución y a las leyes laborales, garantizando el voto, pero estas maniobras no causaron el efecto deseado, ya que las manifestaciones públicas en contra de su dictadura ya se estaban llevando a cabo.
A pesar de que las piezas se acomodaban para Díaz y su permanencia en el poder, la lucha revolucionaria representaría el jaque mate, el cual pondría fin al gobierno del dictador.
El 21 de mayo, Díaz y Francisco I. Madero firmaron los Tratados de Ciudad Juárez, los cuales pusieron fin a la lucha entre las fuerzas que apoyaban a Madero, lo que llevó al fin de la fase inicial de la Revolución Mexicana.
Estos tratados estipulaban que Díaz y el vicepresidente Corral dimitirían a finales de mayo y que Francisco León de la Barra sería designado presidente interino mientras se realizaban las nuevas elecciones presidenciales.
Tan solo cuatro días después, Limantour se presentaría ante Díaz para que este firmara su renuncia. Posteriormente, el 31 de mayo, partiría con su familia desde Veracruz hacia Europa, terminando por fin con su dictadura.
