La decena trágica: funesto recuerdo en la historia mexicana

11.28.2019
Historia

La Decena Trágica fue un periodo de poco más de diez días en el que un grupo de rebeldes se levantaron en armas contra el gobierno de Francisco I. Madero.
Este episodio culminó con el asesinato del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez y la ascensión a la presidencia de Victoriano Huerta.


En 1910 Francisco I. Madero reunió su fuerza revolucionaria del impulso de haber sido el iniciador del movimiento armado y de representar a todos aquellos que querían derrocar al dictador Porfirio Díaz. Sin embargo para 1913, una vez depuesto el enemigo, Madero perdió buena parte del enorme apoyo que alguna vez tuvo. Su impopularidad se debió a que, cuando este subió a la Presidencia, había muchas expectativas de revolucionarios radicales, de campesinos y de obreros en torno a las medidas que tomaría su gobierno.


La posición moderada y conciliadora con los porfiristas que Madero adoptó desalentó a quienes esperaban que la revolución traería consigo transformaciones radicales. Muchos revolucionarios se sintieron defraudados y traicionados por Madero y le declararon la guerra. Durante los quince meses que duró su gobierno, Madero enfrentó múltiples problemas: rebeliones armadas, huelgas, conspiraciones e intrigas contrarrevolucionarias.


Así, cuando el 9 de febrero de 1913 la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y la tropa del cuartel de Tacubaya se levantaron en armas contra el gobierno, no se tomó la noticia con mucha sorpresa. Hasta entonces, la ciudad de México había permanecido lejana al campo de batalla y, por primera vez durante la contienda, conoció la muerte de civiles en sus calles, los gritos de los heridos, el retumbar de cañones y la lluvia de balas de ametralladoras.


Finalmente, el 17 de febrero, Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron hechos prisioneros. Mientras tanto, el embajador Henry Lane Wilson intrigaba en contra del gobierno mandando insinuaciones de que sólo se podría evitar la intervención armada de los Estados Unidos con la renuncia de Madero. El papel de Wilson durante este episodio fue deplorable: hacía ostentación ante miembros del cuerpo diplomático de conocer los proyectos desleales de Huerta y notificó al Departamento de Estado de Estados Unidos que los rebeldes habían aprehendido al presidente y vicepresidente hora y media antes de que esto sucediera.


El general Aureliano Blanquet dió órdenes, confirmadas por Huerta y Mondragón, para que la noche del 22 de febrero se trasladara a Madero y Pino Suárez a la Penitenciaría de Lecumberri. En el trayecto se simuló un ataque y los prisioneros fueron asesinados. La ciudad se levantó con la noticia "Ya mataron a Madero" y aunque la primera reacción fue de indignación, la mayoría de los habitantes de la capital se alegraron del cese de hostilidades, se lanzaron jubilosos a las calles, adornaron las fachadas de sus casas y, en unión de la prensa, ensalzaron a los vencedores y condenaron a los caídos.

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