La voz náhuatl ‘petatl’ dio origen a ’petate’: ese tapete hecho de fibras de palma trenzadas ocupado por hogares indígenas como cama, pero también como mortaja. De ahí la expresión ‘se petateó’: porque lo que en vida fue una cama, al morir se enrollaba como parte del ritual fúnebre.
En Oaxaca por ejemplo, un petate da status: quienes tienen varios petates, demuestran una buena posición económica. Para los zapotecas, el valor del petate es que ahí se llevan a cabo los nacimientos, y ahí se arrodillan las mujeres al moler el maíz que se habrá de comer en el hogar.
Volviendo a Oaxaca: para que un novio pueda pedir la mano de su amada, debe demostrar que escapas de solventar los gastos de un nuevo hogar. Y para ello, tiene que brindar un nuevo petate: es el momento de hacerse hombre y dejar el petate que le fue regalado por sus padres cuando era niño.
El material del que están hechos los petates es muy especial: de hecho, con esas mismas fibras de palma trenzadas se hacía el ‘icpalli’: el trono de esterilla exclusivo para los gobernantes mexicas.