Asesinos Queretanos: Claudia Mijangos

11.1.2022
Historia
Así lucía la casa de Claudia Mijangos el día de los hechos.

El domingo 23 de abril de 1989, los queretanos se fueron a la cama como cualquier otro día en la tranquila ciudad de Querétaro, sin imaginar que los hechos que ocurrirían durante la madrugada, marcarían la historia del estado de Querétaro para siempre.

Esa noche, Alfredo había ido a dejar a sus hijos a la casa de su exesposa Claudia, pues habían pasado la tarde en la kermés de la escuela. Una vez en la casa, ubicada en la calle Hacienda del Vegil #408, en la colonia Jardines de la Hacienda, donde tuvo una fuerte discusión con su exesposa, por lo que se retiró del lugar.

Claudia y su esposo Alfredo.

El matrimonio se había divorciado en 1987, aunque posteriormente habían intentado volver a estar juntos; sin embargo, para cuando ocurrieron los hechos, tenían seis meses de haberse separado nuevamente; por lo que Claudia se encontraba en una depresión profunda, lo que la había tenido en cama por varios días.

Muchos relatos dicen que los hechos comenzaron alrededor de las 3 de la mañana y que se extendieron por una hora aproximadamente.

Fue Alfredo, de seis años, el primero en ser atacado por su madre con un cuchillo, apuñalándolo en varias ocasiones para después cercenarle la muñeca hasta que logró amputarle una mano.

Según el análisis, se presume que fueron los gritos del menor, los que despertaron a sus hermanas, quienes dormían en otra habitación. Y sería Claudia María, de 11 años, quien habría intentado defender a su hermano de los ataques de su madre, lo que la convirtió en la siguiente víctima.

Escena del crimen, imágenes originales de los hechos.

Muchos medios aseguran que una vecina refirió que escuchó los gritos de la niña que decía “a mí no, mamá”; sin embargo, de acuerdo con el informe pericial, una vecina declaró ante el Ministerio Público, que alrededor de las 5 de la mañana había escuchado gritos, pero no le dio importancia.

Se cree que Claudia María trató de huir de su madre, por lo que ésta la persiguió por la casa y la apuñaló en diversas ocasiones, por lo que sería en este momento cuando la escaleras y el piso inferior se llenaron de sangre.

La última en morir habría sido Ana Belén, de 9 años, quien se había quedado en su cama, incapaz de moverse del miedo que le ocasionó escuchar a sus hermanos gritar.

Después de haberlos asesinado, Claudia arrastró los cuerpos hasta su cama, en la habitación principal, y se habría herido a ella misma, cortando sus muñecas, tratando de suicidarse; sin embargo, éstas fueron superficiales y no pusieron en riesgo su vida.

Alrededor de las 4 de la mañana, Verónica recibió una llamada de su amiga Claudia Mijangos, una llamada extraña donde Claudia sonaba desesperada y asustada, diciendo cosas sin sentido, por lo que Verónica intentó tranquilizarla, pero Claudia ya había colgado.

Unas horas después, alrededor de las 9 de la mañana, Verónica acudió a la casa de Claudia, tocó el timbre y esperó por alrededor de media hora, pero al no haber respuesta, empujó la puerta y al ver que estaba abierta, se asomó por ella.

Al asomarse, vio las manchas de sangre por el piso de la planta baja y la primera imagen que enfocó fue a Claudia, al pie de la escalera, con el vestido tinto, lleno de sangre desde el pecho hacia abajo. Arrastraba los pies y con las manos sujetaba la boca del estómago. Al ver la imagen, la amiga salió corriendo y llamó a la policía.

Cuando la policía llegó, habría encontrado a Claudia recostada junto a los cuerpos de sus hijos, con el cuchillo en la mano, aunque estaba en estado de shock y apenas consciente. Se estima que fueron más de ocho litros de sangre los que se encontraron esparcidos por la casa.

En un principio, los investigadores creyeron que alguien había ingresado a la vivienda y atacado a la familia; sin embargo, no había señales de que hubieran intentado forzar la entrada de la casa, además de que el arma homicida estaba en posesión de Claudia.

El primer sospechoso fue Alfredo, el esposo de Claudia; sin embargo, pudieron comprobar que él se había retirado de la casa antes de los hechos.

Una vez en el hospital, Claudia estaba desorientada y repetía que tenía que ir a buscar a sus hijos para llevarlos a la escuela y hacerles el desayuno.

Claudia Mijangos, durante su estadía en el hospital, días después de los hechos.

De acuerdo con la información pericial, ese lunes 24 de abril, Claudia tenía cita con su psiquiatra para que le entregara una orden de internamiento, pues estaba diagnosticada con delirios severos, pero se resistía al tratamiento, pues veía en el doctor que la trataba, la antítesis de su padre.

Una vez que Claudia es sometida a evaluaciones psiquiátricas, después de haber cometido los asesinatos, los doctores establecieron que pudo haber inventado las historias que contaba, pues Claudia padecía psicosis orgánica y le detectaron un quiste en el lóbulo temporal derecho, además de perturbación de la personalidad tipo paranoide.

En sus primeras declaraciones, Claudia decía cosas sin sentido, como que “el esposo de Vero le dijo que Mazatlán había desaparecido” y que cuando se asomaba por la ventana, “Querétaro estaba vacío”. Además decía que no sabía quién la había lesionado, y aseguraba que las manchas en su ropa era salsa catsup.

Tres días después, ella declaró que desde una semana antes se sentía muy rara, “como que yo no era yo, me miraba al espejo y me veía la cara con carne podrida, descarnada. Veía por la ventana que Querétaro estaba poblado por puros espíritus, por cuerpos ambulantes, que mis hijos estaban poseídos, que se iban a hacer monstruos, tenía que acabar con ellos y terminado todo, regresaría a la normalidad”.

Posteriormente, declaró que la voz de un hombre la obligó a cometer el crimen, y aseguró que “no era yo la que lo hacía, era la voz de ese hombre que me ordenaba hacerlo”.

“El daño que quisieron hacerme, ya lo hicieron. La semana anterior escuché esa extraña voz, a lo mejor fue producto de mi imaginación”, declaró después.

El 2 de mayo de 1989 se le dictó auto de formal prisión y el 10 de mayo ingresó al Centro de Rehabilitación Social (Cereso), alrededor de las 10 de la noche.  


Héctor Parra Rodríguez

Héctor Parra Rodríguez, quien se desempeñaba en esa época, como Secretario de Gobierno del Estado de Querétaro, recordó cuando sucedieron los hechos, pues la dependencia que encabezaba, estaba a cargo de los reclusorios, por lo que le tocó conocer a Claudia Mijangos.

“Tuve la oportunidad de conocer a la señora Claudia Mijangos, de platicar con ella; y bueno, de vivir incluso parte de este episodio dado que yo vivía en ese entonces en la misma colonia, Jardines de la hacienda”, comentó.

Parra Rodríguez recuerda que Claudia padecía de esquizofrenia, por lo que perdió el contacto con la realidad.

“En ocasiones la señora tenía momentos de lucidez, y otras ocasiones estaba totalmente fuera de la realidad. No sabía ni siquiera que tenía hijos, no sabía qué había pasado. Y otros: cuando regresaba a la realidad, soltaba en llanto porque habían fallecido sus tres pequeños”, detalla.
“Aún lo recuerdo, como hubo testigos: los vecinos que escuchaban los gritos y los llantos de los pequeños. Y nadie se atrevió a ver qué era lo que sucedió en el interior de su domicilio (…) Y la casa terminó destruída dado que fue vaciada y fue pintada con grafiti, y después la misma autoridad tuvo que cercarla para evitar precisamente que las personas que por las noches dicen que por ahí escuchaban lamentos, escuchaban sollozos e incluso que se aparecían los pequeños”, cuenta.

Por su parte, Miguel Ángel Soto, vecino de la casa de Claudia, quien todavía habita en el lugar, recuerda que le tocó ver cómo los curiosos allanaban la casa de la Mijangos, tres o cuatro veces a la semana se metían a la casa.

Claudia Mijangos de joven.


Claudia Mijangos


Claudia Mijangos Arzac tenía 33 años de edad cuando ocurrieron los hechos, era originaria de Mazatlán, Sinaloa, maestra de profesión; la menor de 7 hermanos, tres de ellos hombres, uno alcohólico y con problemas de drogadicción, otro con síndrome de down y uno más con retraso mental.  Mientras que sus hermanas tuvieron matrimonios tormentosos que terminaron en divorcio.

A los 19 años, Claudia conoció a Alfredo Castaño, un empleado bancario con el que se casó dos años después. De acuerdo con publicaciones de la época, Claudia ya mostraba episodios agresivos y de depresión durante su matrimonio.

Entre las investigaciones que fueron publicadas por medios de comunicación, se aseguraba que Claudia había sostenido una relación con el Padre Ramón, del Colegio Fray Luis de León, donde estudiaban sus hijos, lo que había complicado aún más la relación con su esposo; incluso, hay quienes aseguran que Claudia se divorció porque el padre se lo había pedido.

Ocho meses antes de los hechos, la madre de Claudia había muerto y ésta aseguraba que sus hermanos la habían matado. Durante esos meses, Claudia había tenido varios episodios de crisis que hablaba de brujería, donde aseguraba que veía ángeles que le decían que tenía que estar con el padre Ramón.

En abril de 2019, Claudia Mijangos, conocida como “La hiena de Querétaro”, salió libre tras cumplir la sentencia de 30 años a que fue sentenciada por el asesinato de sus tres hijos en 1989; fue puesta en libertad del penal de Tepepan en la Ciudad de México.

El magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia de Querétaro, José Antonio Ortega Cerbón, informó que Claudia Mijangos tendrá que estar en constante vigilancia pues no puede descuidar su medicación, dado su estado de salud mental.

Así luce la casa de la Mijangos actualmente, bardeada para evitar que los curiosos entren a profanarla.


Este es tal vez el caso más conocido por los queretanos, el cual ha tenido eco a nivel mundial y han colocado a Claudia Mijangos al nivel de los asesinos más sádicos del mundo.

Muchas han sido las historias y los rumores que han corrido alrededor de la Hiena de Querétaro, incluso, la casa se ha prestado para que a lo largo de los años se hagan sesiones espiritistas, ritos satánicos y otros tantos rituales que han profanado la vivienda.

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