Mi primera vez con la Red AMLO

8.30.2020
Opinión

Soy usuario de redes sociales desde hace aproximadamente 10 años. La primera con la que probé fue con Facebook y posteriormente con Twitter. He encontrado diferencias muy esenciales entre una y otra. La de la letra F, me parece, es más empleada para vincular a las amistades cercanas, a los familiares y, por supuesto, siempre hay uno que otro conocido al que no le hablamos tanto pero que forma parte de nuestra lista. En la segunda, la del pajarito azul, al menos desde mi perspectiva, tiene un fin más noticioso, de debate, más público si se le quiere llamar así, y tristemente es la que más se ha visto amenazada por perfiles incendiarios, conflictivos y, sobre todo, anónimos.

He contemplado a lo largo de casi una década el modo en que Twitter se ha visto convertida en una red de choque constante, de una dinámica aciaga y dramática, de ofensa reiterada y en la que priva lo que llamamos «políticamente correcto». Debes ser muy cauteloso con lo que publicas ahí porque estas sujeto, incansablemente, al escrutinio de los que yo llamo «correctitos».

Cuando tuve oportunidad de visitar las instalaciones del desaparecido CISEN, se nos mostró la forma en que se usa esta red para realizar investigación así como análisis político, social y económico, y vaya que son (¿eran?) bastante buenos. Ellos le llamaban «fuentes abiertas», o sea, puntos de información disponible sin necesidad de vulnerar la seguridad cibernética.

Bien, pues en Twitter existe algo conocido como #RedAMLO, que es algo así como un ejército de «usuarios» que tienen como fin «defender» al presidente López Obrador y a todo lo que le rodea, a saber, su familia, sus propuesta, sus declaraciones, sus amistades, sus acciones y a uno que otro perfil relevante del morenismo. Pero recientemente descubrí que también protegen a «sus» instituciones. Son ellos -la #RedAMLO- quienes logran colar a los principales Trending Topics (temas tendencia) cualquier asunto que consideren relevante (o que se les instruya).

Hace aproximadamente 4 semanas adquirí un ejemplar del Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz, de la editorial del Fondo de Cultura Económica, junto con otro par de libros. Cuando llegué a la página 32 e intentar pasar a la 33, me percaté de que el libro daba un salto hasta la 49, dejándome sin posibilidad de concluir el capítulo del «Pachuco y otros extremos». Tras haber transcurrido casi 1 mes desde la adquisición, el ticket de compra había sido arrojado a la basura (no me vuelve a suceder).

Como muchos no me quise quedar con la molestia y dirigí una queja en Twitter a la cuenta del Fondo de Cultura Económica, como lo he hecho en otras ocasiones con otras empresas, no importando si son paraestatales. El tono que manejé no fue muy amable, debo admitirlo. La respuesta del FCE fue, sin esperarlo, agradable y esperanzadora pues me aseguraron que se comunicarían conmigo (no lo han hecho ni creo que lo hagan) además de que me cambiarían el ejemplar. Lo que vino después fue desconcertante. La contestación que me dio el FCE comenzó a tener numerosos «me gusta», mientras que mi queja se llenó de intervenciones de «usuarios» que me acusaron de ser lector primerizo, mientras que otro me sugirió conseguirme una novia y si acaso ya tenía una, pues pobre de ella. Otros me cuestionaron mi «agresividad» y uno que otro solamente hizo referencia a que nunca había tenido problemas con esa editorial. ¿El común denominador entre las cuentas? Una de dos: o tenían en su descripción de perfil que pertenecían a la #RedAMLO, o bien, sus comentarios estaban enfocados al reconocimiento de López Obrador y su gobierno.

¿Qué demonios paso ahí? Lo primero que deduje es que, por parte de ese ejército, hay un monitoreo constante de las instituciones federales y, como lo expliqué, «defienden» (no permiten ni un centímetro de discordancia o queja).

Quedé atónito. Nunca me había ocurrido eso.

¿Ha leído la obra de George Orwell llamada «1984»? Es una novela política que describe el funcionamiento de un totalitarismo. Orwell (seudónimo), escribe cómo un gobierno lleva a cabo una vigilancia masiva y absoluta de los habitantes a efecto de tener control sobre lo que se opina (incluso sobre lo que se piensa). Desde mi óptica hay serios paralelismos entre esta obra orwelliana y lo que pasa actualmente en México. Al menos yo no quiero terminar como Winston Smith, bebiendo ginebra barato y escondiéndome para tratar de redactar sobre un trozo de papel mis pensamientos.

Concluyo. Muchos, creo que la mayoría, aún no lo ven pero este gobierno tiene la firme intención de gestarse como un Gran Hermano que todo lo ve, todo lo escucha, todo lo vigila y todo lo castiga.

Aún hay tiempo.

Redacción IMGDiego Parra

Politólogo egresado de la UAQ.

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