Los complicados últimos días de Freud

11.26.2019
Historia

Los últimos 16 años de la vida de Sigmund Freud son de sumo interés para su estudio, debido a la aparición de un cáncer masivo intra-oral. Esos años fueron vividos en una valiente lucha contra la enfermedad, la cual finalmente lo derrotó a los 83 años de edad.


En el transcurso de su enfermedad, Freud fue sometido a 25 intervenciones (procedimientos operativos). Tenía manipulaciones casi todos los días de su incómoda prótesis voluminosa usada en reemplazo de su mandíbula reseccionada (resecada).


Tarde, una noche de abril de 1923, cuando Sigmund Freud tenía 66 años de edad, le mostró a Félix Deutch, su amigo internista, una lesión en la boca. Deutch fue advertido de antemano: "Te debes preparar para ver algo que no te gustará". Deutch reconoció inmediatamente lo que vio como un cáncer avanzado. La enfermedad había estado presente por varios meses según Freud informó a Deutch, pero había empeorado recientemente.


Por razones no claras, Deutch evitó llamar a esta lesión por su propio nombre: cáncer. Se refirió a ella como una leucoplasia. Un rumor circularía más tarde el cual decía que Deutch temía que Freud cometiera un suicidio si era forzado a enfrentar la realidad del cáncer. La mayoría de los que conocían a Freud ignoraron esta posibilidad.


Freud aceptó consultar a un cirujano y un hombre llamado Marcus Hajek fue elegido para llevar a cabo la operación. En su clínica privada, Hajek realizó una operación en la boca de Freud. La familia de Freud fue notificada de la operación después que ésta había ocurrido. La esposa y su hija Ana lo visitaron y luego, confiados que estaban cómodo y seguro, lo dejaron para que almorzara.


Poco tiempo después, Freud sufrió una hemorragia. Como no pudo llamar para ser asistido, Freud permaneció en el amable cuidado de un enano sordomudo con quien compartía la habitación, para correr en su ayuda. Esto podría haber salvado su vida. Freud, ensangrentado y debilitado, sentía grandes dolores.


A pesar de estas complicaciones, no fue correctamente admitido en la sala de internos ni transferido a algún lujoso sanatorio privado. Durante la noche siguiente a la cirugía, el cirujano del hospital se negó a responder al pedido de ayuda de Freud. Solo el propio Hajek apareció a la mañana siguiente para mostrar el caso de Freud a un grupo de estudiantes y echarlo del hospital. Agregándose todavía otro insulto, el cuidado por Hajek después de la cirugía fue tristemente inadecuado. La administración de Hajek en todo caso, cualquiera sea su racionalización, debe ser juzgada como negligentemente deficiente y penosamente inadecuada.

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