La ocupación de Ciudad Universitaria en 1968

9.18.2020
Historia

Era un miércoles 18 de septiembre, alrededor de las 10 de la noche, cuando alrededor de 10 mil elementos del Ejército ocuparon el casco de Ciudad Universitaria, buscando arrestar a los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga (CNH) y propinarle un golpe al movimiento estudiantil.

El presidente Gustavo Díaz Ordaz ordenó la toma militar, tras el “fracaso” de la manifestación del 13 de septiembre, con lo que buscan dar un mensaje contundente al movimiento, ingresando a Ciudad Universitaria mientras se celebraba una asamblea del CNH en la Facultad de Medicina.

La brigada de infantería, el 12 regimiento de caballería mecanizado, un batallón de fusileros paracaidistas, una compañía de batallón Olimpia, dos compañías del segundo batallón de ingenieros de combate y un batallón de Guardias Presidenciales, ingresan a CU al mando del general Crisóforo Mazón Pineda.

El ejército rodea la zona con decenas de tanques ligeros, vehículos artillados, camiones y carros blindados.

Entrando a paso marcial entre las facultades y salones en busca de estudiantes; la impuntualidad de muchos de los dirigentes los salva de ser arrestados y los que pueden, escapan en la noche por el pedregal. Los soldados traen lámparas de luminosidad intensa, las cuales alumbran las copas de los árboles y los sótanos de las facultades.

Hicieron prisioneros a cerca de 1,500 estudiantes, profesores, funcionarios universitarios y trabajadores administrativos, y los trasladaron a la explanada de Rectoría, donde fueron obligados a tirarse pecho a tierra con las manos en la espalda.

Pese a la situación y al temor que imponía el despliegue militar, los universitarios no se amedrentaron y cantaron el Himno Nacional, mientras que otros levantaban las manos y con sus dedos hacían la V de la victoria.

El propósito oficial del asalto a CU, de acuerdo con la Secretaría de Gobernación, fue detener a los integrantes del CNH, que en ese momento sesionaban, pero sólo uno de ellos fue capturado por los militares.

“Es del dominio general que varios locales escolares (…) habían sido ocupados y usados ilegalmente, desde fines de julio último, por distintas personas, estudiantes o no, para actividades ajenas a los fines académicos (…) No atendieron las exhortaciones realizadas por el C. Rector (…) Se esperó con toda la paciencia que volviera la cordura ”, informa media hora después la Secretaría de Gobernación a través de un comunicado.
“Las autoridades universitarias carecen de los medios materiales necesarios para restablecer el orden dentro de sus respectivos planteles (…) Hubo necesidad de hacer uso de la fuerza pública para desalojar de los edificios universitarios a las personas que no tenía derecho a permanecer en ellos”, agrega.

La operación cubrió varios frentes. El Estadio Olímpico fue rodeado por miles de soldados y decenas de tanques; en otra maniobra que pretendía aumentar el efecto disuasivo de la acción militar, se dispusieron dos columnas de soldados a lo largo de Insurgentes, hasta llegar a Periférico Sur.

El número de detenidos ascendió a 1,500 personas, quienes fueron trasladados a la explanada de Rectoría en transportes militares. Los militares declararon al respecto:

“En la zona de acción de esta unidad se recogieron una pistola marca Ruby calibre 38 y otra de gas en forma de pluma fuente (…) Cabe informar igualmente que la mayoría de las personas detenidas estuvieron dando muestras de franca y antipatriótica actitud subversiva, cantando himnos guerrilleros incitando a la revolución, proclamándose orgullosamente valientes guerrilleros que al morir en las trincheras vivirían para la eternidad. Todo lo cual fue cantado con más entusiasmo y mejor entonación que cuando cantaron  posteriormente el Himno Nacional mexicano.
“Igualmente se informa que entre las mujeres detenidas había por lo menos dos embarazadas que, sin recato alguno (sic), pedían permiso para ir al baño (…) De lo anterior se deduce que la Universidad ya no funcionaba como tal, sino como un centro de perversión (sic), todo lo cual manifestado por pláticas que tuve con algunos empleados (…) que había entre ellos pandillas terroristas que exigían dinero a la mayoría de estudiantes y principalmente a las muchachas, a las cuales obligaban bien a darles su cuota o a darles show”.

El general Crisóforo Mazón Pineda anotó en su parte militar: “Adjunto me permito remitir a esa superioridad folletos y libros propagandísticos así como artículos diversos tales como: ropa interior femenina, preservativos y fotografías pornográficas, los cuales fueron encontrados en los locales de esta Ciudad Universitaria”.

Para un grupo de intelectuales, el movimiento estudiantil se había “transformado en una amplia y viril campaña política en defensa de los derechos y libertades democráticas de todo el pueblo mexicano”, menciona Ramón Ramírez en su libro El movimiento estudiantil de México, editado por Era en 1969.

Sin embargo, el gobierno consideraba que “el ambiente sicológico para que unos pocos condujeran a importantes sectores a una aventura suicida estaba ya formado. El ‘lavado de cerebro’ era automático (…) la sugestión colectiva había llegado al grado de efervescencia".

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