La Mulata de Córdoba

7.30.2020
Historia

Cuenta la leyenda que hace más de dos siglos, en la ciudad de Córdoba, Veracruz, vivió una hermosa y joven mujer que nunca envejecía a pesar de sus años. Nadie sabía de quién era hija, pero todos la llamaban La Mulata.

De ella corrían versiones que todos consideraban creíbles, aún cuando parecieran exageradas, pues decían que se trataba de una bruja, de una hechicera, de una peligrosa mujer que había hecho un pacto con el Diablo.

Sin embargo, y a pesar de que se contaba que en su casa se podían observar extrañas luces luego de la caída del sol, como si se estuviera celebrando algún ritual, nunca se pudo obtener prueba fehaciente de esas actividades secretas. Pero era verdad que se la consideraba una poderosa hechicera, especialmente en el rubro dedicado a los milagros casi imposibles de lograr: quienes acudían a ella sanaban de enfermedades incurables, las jóvenes casaderas que habían sido abandonadas por sus novios veían que éstos regresaban para ponerse definitivamente a sus pies, quienes perdían su empleo encontraban uno mejor.

Al parecer la capacidad de la misteriosa mulata de satisfacer a sus clientes en el arte de la hechicería no tenía límites. También se afirmaba de ella que tenía el don de volar, y que lo hacía sobre los tejados por las noches, alarmando a los perros guardianes, aunque jamás hubo testigo presencial de ese prodigio.

Muchos afirmaron que era posible verla al mismo tiempo en la ciudad de Córdoba y en la ciudad de México, lo que en parapsicología se conoce como bilocación, o la capacidad sobrenatural de estar en dos lugares simultáneamente. No había dudas de que mulata cordobesa conocía los vericuetos de las antiguas enseñanzas de la magia. No por nada en México, cuando alguien recibe un pedido imposible de cumplir, contesta: ¡No soy la mulata de Córdoba! Hasta nuestros días ha llegado su fama.

No obstante, tanto alboroto y rumor atrajo la atención del Santo Oficio de la Inquisición, quien no tardó en abrir un proceso contra la mulata. En él se la acusaba de practicar la magia negra, de invocar a los poderes de las tinieblas, de tener comercio carnal con Satanás y de burlarse de la religión. La mulata fue sometida a juicio; muchos de los testigos de cargo, que levantaron graves acusaciones, habían sido anteriores clientes de la mulata.

Fue encontrada culpable de brujería y condenada a relajación; en otras palabras, a ser ejecutada en pública sentencia por el poder civil. Se fijó una fecha para la aplicación de la pena capital, tras un plazo de unas cuantas semanas.

Días antes de la jornada fijada, se desató un terrible aguacero sobre la ciudad de Córdoba; jamás se había visto caer tal cantidad de agua de los cielos; las calles se hallaban sumergidas en líquido amarronado. De pronto, un fragor se escuchó desde los muros del edificio en donde se hallaban las celdas de la Inquisición; desde el refugio de sus ventanas, lo atónitos habitantes de Córdoba vieron cómo la mulata huía bajo la tormenta en un barco pequeño, que copiaba las formas de un pesado galeón español, pero de dimensiones adaptadas al cuerpo de una persona, y era llevado por la corriente lejos del pueblo, sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo, ya que la lluvia era tan intensa que no permitía siquiera caminar.

Cuando el diluvio amainó, los carceleros pudieron ver en una de las paredes de la celda de la mulata un barco idéntico, dibujado con carbón. Se corrió la voz de que con sus poderes la mujer había convocado a un navío desde algún lugar del otro mundo. Jamás nadie volvió a ver a la mulata de Córdoba, y su ancestral sabiduría brujeril se perdió para siempre.

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