La historia de amor detrás de Los Arcos de Querétaro

2.14.2022
Historia

Los arcos de cantera rosa que hoy dan identidad a Querétaro, son una construcción guiada por el amor, pues cuenta la leyenda que, cuando Don Antonio de Urrutia y Arana vio por primera vez a Sor Marcela, quien formaba parte de la congregación de monjas Capuchinas, el amor surgió entre ambos de inmediato.

Sin embargo, el hecho de que Sor Marcela fuera monja no favorecía este amor, aunado a que ella era sobrina de Doña Paula Guerreo Dávila, esposa de Don Juan Antonio, lo que hacía de su amor algo imposible.

Don Juan Antonio nació en la Villa de Arzeniega el 30 de noviembre de 1670, y llegó a México en 1687, arribando primero a la Ciudad de México, que era el centro económico, político y cultura de la región; teniendo que trasladarse a Querétaro, donde recién se había fundado el Convento de las Capuchinas, y como era costumbre en la época, alguien importante debía acompañar al séquito de monjas a su destino.

Fue en este viaje donde Don José Antonio de Urrutia quedó flechado por Sor Marcela, quien le correspondió en el amor, pero sus votos fueron más fuertes.

Don Juan Antonio y Marcela eran conscientes de que su amor no podía ser, por lo que acordaron mantener una relación de amistad y él procuró brindarle apoyo a la congregación que albergaba a Marcela, motivo por el que decidió ordenar la construcción del acueducto, para permitir que agua limpia llegara a la ciudad y abasteciera del vital líquido al convento de las Capuchinas.

Conformado por 74 arcos a lo largo de 1,298 metros, con una altura promedio de 28.5 metros, el acueducto queretano inició su construcción en el año de 1726 y concluyó en 1738, con la finalidad de traer agua desde La Cañada, un pequeño pueblo cercano a Querétaro, desde donde se abastecía con el vital líquido a la capital del estado.

En el siglo XVII, la Ciudad de Querétaro carecía de un servicio eficaz y eficiente de agua potable, pues el sistema que la abastecía sólo entregaba aguas sucias y malsanas, contaminadas por los obrajes, lo que trajo a la ciudad enfermedades, además de que el río que atravesaba la ciudad sólo transportaba aguas sucias y contaminadas.

Don Juan Antonio de Urrutia y Arana

Por ello, Sor Marcela le pidió a El Marqués, que como muestra de su amor, le construyera esta obra que llevara agua limpia a la ciudad.

La obra hidráulica inició en el llamado Ojo de Agua del Capulín (nombre relacionado con un árbol que lleva ese nombre que ahí se ubicaba), el cual estaba ubicado en el poblado de La Cañada.

Fue un 22 de octubre de 1735 cuando por fin llegó agua limpia a caja de agua, en la plazuela de La Cruz, según narra el cronista Andrés Garrido del Toral, quien señala que desde esa plazuela se distribuyó el vital líquido al resto de las fuentes públicas ubicadas en diversos puntos de la ciudad.

El acueducto está dividido en tres partes: canal inicial, arquería y canal final, y para formar los arcos de piedra y sillería fue preciso transportar planchas, maderas y vigas al valle para formar las cimbras necesarias para la fabricación de tan pesada y elevada máquina, así como el uso de tornos para subir los materiales, garruchas, maromas, lazos, reatas, lías de cuero, cubos, cajones y demás instrumentos.

Hoy en día, el crecimiento urbano envolvió al acueducto y en su eje corre hoy la Calzada de los Arcos.

El acueducto es un referente para los turistas nacionales y extranjeros que visitan la Ciudad de Querétaro, además de que es uno de los más grandes del país.

Monumento a El Marqués en Plaza de Armas, Querétaro.

Entradas relacionadas