La casa de los gatos

2.19.2022
Historia

En el Centro Histórico de la capital queretana, se encuentra una casa del siglo XIX, en donde vivía la familia Landaverde, conformada por cuatro hermanas: Gertrudis, Josegina, María y Lucha, la mayor.

Cuando eran pequeñas, Lucha tuvo un accidente, por lo que, desde muy pequeña tuvo que utilizar una silla de ruedas, motivo por el que nadie quiso desposarla.

Sus hermanas, por el contrario, se casaron y se fueron a vivir a otros lados; sin embargo, Doña Lucha se quedó en la casa donde vivía con sus padres, que después de un tiempo y por enfermedad, murieron.

Doña Lucha, a pesar de su impedimento físico, era una mujer feliz y educada, de la que la gente siempre hablaba bien.

Para evitar su soledad en esa casa tan grande, la mujer comenzó a rescatar gatitos de la calle, hasta tal punto, que su casa llegó a estar llena de ellos, ella los consideraba como sus hijos, a quienes les contaba sus historias, sus tristezas, y los llenaba de cariño.

Cuentan los vecinos que una noche hubo una tormenta y se escucharon ruidos extraños dentro de la casa, maullidos, chillidos de gatos.

Pasaron los días y los vecinos no veían a Doña Lucha, quien el domingo faltó a la misa de 8 de la mañana, a la cual siempre asistía puntualmente, motivo por el que, sobre todo sus amistades más cercanas, se extrañaron, así que fueron a la casa, donde tocaron por varios minutos sin obtener respuesta.

Al insistir sin resultado alguno, optaron por forzar la entrada, encontrando un escenario terrible.

Doña Lucha estaba tirada, muerta, rodeada de sangre, con la silla de ruedas tirada en el pasillo. El cuerpo de la mujer estaba totalmente destrozado.

Al realizar las investigaciones, se dieron cuenta que la mujer había sufrido un ataque la noche de la tormenta, por lo que ella se empezó a arrastrar, gritando por ayuda. Sin embargo, con el ruido de la tormenta y con los muros tan gruesos, nadie la escuchó, muriendo esa noche.

Los gatos, que habían llorado desesperados y de tristeza, de soledad, pero también de hambre. Dicen que fueron los propios gatos quienes devoraron y recogieron lo que había de su cuerpo.

Por mucho tiempo, la casa permaneció sola y abandonada, sin que nadie quisiera habitarla. Hasta que un día, una familia decidió vivir en ella, y confirmaron que, por las noches, se escuchaba una silla de ruedas en los pasillos, maullidos de gato e inclusive, llegaron a ver las sombras de los gatos desplazarse por los pasillos.

Hoy el edificio alberga a la Secretaría de Turismo del estado, pero aún dicen que por las noches se escuchan ruidos extraños al interior de la casona.

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