Emiliano Zapata: Tierra y Libertad

11.28.2019
Historia

Emiliano Zapata encabezó el movimiento más persistente de la Revolución mexicana. Fue el único que estuvo en guerra contra los gobiernos de Porfirio Díaz, Francisco León de la Barra, Francisco I. Madero, Victoriano Huerta y Venustiano Carranza. Entre 1911 y 1919 resistió el embate y la violencia de sus enemigos, quienes emprendieron una guerra contra los pueblos y comunidades de Morelos, Guerrero y los territorios de Puebla, Tlaxcala, Estado de México, el entonces Distrito Federal y Oaxaca, donde el zapatismo tuvo fuerte influencia.

Zapata fue asesinado el 10 de abril de 1919 en la hacienda de Chinameca, Morelos, en una emboscada preparada por Jesús Guajardo, oficial del ejército carrancista bajo las órdenes de Pablo González. Fue un asesinato de Estado, decidido y llevado a cabo desde el más alto nivel del gobierno mexicano, orquestado por el general González y del que el presidente Venustiano Carranza estuvo enterado.

 

Sus enemigos creyeron que la única forma de acabar con el desafío zapatista era atacar a la población civil que lo apoyaba, por lo que fueron bombardeados, quemados y destruidos pueblos enteros del área controlada por los guerrilleros sureños. Se ejecutó y colgó sumariamente a habitantes acusados o sospechosos de ayudar a los rebeldes y se deportó masivamente a miles de hombres de Morelos, además de apresar a mujeres, ancianos y niños que fueron concentrados en campos controlados por el ejército de sus enemigos.

La persistencia del movimiento se explica en parte porque encarnaba la resistencia de una lucha centenaria de pueblos y comunidades originarias de la región centro-sur del país por defender sus tierras, aguas y bosques contra el avance de las haciendas y la agricultura comercial, desde el siglo XVI hasta el Porfiriato. El pueblo de Anenecuilco, donde nació Zapata, era un pueblo originario tributario de la antigua Triple Alianza (Tenochtitlan-Texcoco-Tacuba), cuyas ricas y fértiles tierras, en el valle de Cuautla Amilpas, fueron defendidas por sus habitantes de la codicia de los herederos del conquistador español Hernán Cortés, que quisieron apoderarse de ellas en 1579.

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