El poder de la propaganda nazi

10.10.2020
Historia

Los nazis crearon una de las campañas de propaganda masiva más efectivas de la historia para convencer al pueblo alemán de sus teorías raciales. Entre 1933 y 1938, los nazis transformaron a la sociedad alemana: erradicaron la democracia, establecieron un estado policial, suprimieron la libertad de expresión y toda oposición política. A partir de ese momento, las fuerzas armadas debían jurar lealtad a Adolf Hitler, y no a la Constitución.

Joseph Goebbels fue el divulgador maestro de los nazis. Como cabeza del Ministerio de Propaganda controlaba el flujo de información pública a través de todos los medios de comunicación masiva. La propaganda, entendida como una forma material de difundir ideas u opiniones de carácter político o social con la intención de que un grupo particular actúe hacia un objetivo específico, fomentó la rápida implantación de la ideología discriminatoria. El primer objetivo fue colocar al Partido en una posición de relevancia política para, posteriormente, afianzarlo en el poder totalitario y el control absoluto.

La feroz retórica de Hitler, ejecutada mediante una oratoria excedida en tonos y gesticulaciones, cuyo contenido antisemita y racista fue la base de la plataforma de su partido, se convirtió en el discurso oficial de Alemania. El mensaje nazi se diseminó implacablemente a través de carteles, panfletos, radio, cine y diversos foros públicos. El poder y la influencia de la propaganda sobre la sociedad alemana fueron fundamentales para llevar a cabo los planes racistas del régimen. El sistema de comunicación del Reich se unió a las herramientas visuales y auditivas para constituir alrededor suyo un “culto al führer”. La fama de Hitler creció debido a la enorme popularidad de los desfiles, rallies y eventos reportados por radio o grabados en filme. Al convertirse en una figura de amplia notoriedad, la propaganda nazi representó al führer como un “soldado listo para el combate, una figura paterna y como un líder mesiánico […]” elegido por Dios para rescatar a Alemania.

El nuevo gobierno tomó el control absoluto de la educación, la cultura y la prensa para crear una sólida propaganda que lograra adoctrinar a la población sobre la ideología racial. La técnica primordial incluía imágenes fuertes e imponentes y escritos cortos y simples dirigidos a toda la población. Esas representaciones favorecieron a Hitler y llevaron a la construcción de un nacionalismo de contundente proliferación social. La discriminación y la violencia fueron validadas por los sistemas legales y políticos en el que se suprimieron las garantías y los derechos de varias minorías. El régimen nazi regaló un millón de radios de corta frecuencia en la que sólo podía escucharse su misiva, para que toda familia alemana participara de sus mensajes. Hitler basó el poder de sus campañas en los símbolos fastuosos, así como en imágenes concretas pero conmovedoras, acompañadas de eslóganes sencillos con los que manipuló la emotividad de las masas para, posteriormente, poder manejarlas a su antojo. Cuando el partido tomó control absoluto, Hitler se convirtió en la personificación del Estado; así, se promovió la idea nostálgica de que la grandeza germana se había perdido en el Tratado de Versalles y la repartición del Medio Oriente y los Estados africanos. Los propagandistas nazis y los artistas plásticos en general, elaboraron pinturas callejeras, letreros y esculturas del führer que terminarían por colocarse en lugares públicos y en hogares. A la par, la editorial del Partido Nazi, junto con la Universidad de Marburgo -encabezada por el filósofo Martín Heidegger-, imprimieron más de un millón de copias de Mein Kampf (Mi lucha) incluyendo versiones en braille y para recién casados, buscando promover los supuestos valores arios y la proliferación de la raza.

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